lunes, 17 de diciembre de 2012






Últimamente los amaneces eran cada día más 
preciosos, solo porque él estaba a su lado, junto a ella, junto aquel ser que permanecía errante de un lugar a otro, en busca de un camino, de un destino… Los atardeceres se habían vuelto más bonitos desde que aquel beso inundó sus labios durante una milésima de segundo, solo porque dos almas se habían fundido en el mismo sentimiento, dos almas, nuestras almas. Los días pasaban, cada vez estaba más unida a aquella alma de la que un día me enamoré mientras tímidamente caminaba por las orillas de la playa mientras que las olas corrían veloces llegando a la orilla y volviendo hacia el mar otra vez más, volviendo como lo hicimos aquel día de verano, si, aquel verano de sonrisas compartidas, de lágrimas a escondidas, de sueños imposibles, de miradas infinitas, miradas perdidas en el horizonte.


  

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